Delirio Místico

Cae la noche y el silencio de una ciudad agitada comienza a hacerse presente.
Poco a poco el bullicio de los autos sobre la carretera y el murmullo de la gente al pasar, comienza a mermar y el vacío sonoro es cada vez más inminente y profundo.
Hasta alcanzar su máxima plenitud, en ese preciso instante, unas suaves gotas de llovizna comienzan a precipitarse al suelo, interrumpiendo el silencio de la pacífica noche. Apenas unos instantes de llovizna bastaron para que el aroma a tierra mojada impregnara la habitación en cuestión de segundos. Luego volvió la calma. El silencio se hizo tan profundo, que el conticinio dió lugar a mí estado onírico. Y antes de ser llamada por Morfeo y las ninfas del leteo tuve una mágica visión. Allí sobre mi lecho, inhalando la exquisita fragancia a tierra mojada, como si de un alucinógeno se tratara, fui testigo de una teofanía. Pude divisarte recostada a mí lado, contemplar la divina perfección de tu cuerpo semi desnudo, la suavidad de tu piel cual pétalo en flor suplicando el roce de mis manos. Tus cabellos rizados perfectamente alineados sobre la almohada con el reflejo de rayos de Luna entre ellos mimetizados, como si se tratara de una obra de arte, del oleaje nocturno creado sobre algún mar sagrado por el mismísimo Poseidón. La curvatura de tu espalda incitandome al deseo de cometer un pecado.
Sin poder contener mis deseos de tomarte en mis brazos, extendí mis manos para intentar rozar tu piel, la hipnagógia se esfumó al desaparecer tu cuerpo. Te busque incansablemente entre mis sábanas de seda, pero comprendí todo era un sueño. Un delirio más antes de dormir, como cada noche, recordando tu cuerpo.

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